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Aisa

Cosas grandiosas suceden donde menos te lo esperas.

sábado, 20 de junio de 2009

II Dioses

Vector llevaba poco más de una hora esperando cuando finalmente la vio salir. Simplemente le fascinaba todo de ella. Su pelo azul ondulando en perfecta sincronía con las ondas marinas, sus ojos turquesa llenos de curiosidad, su piel blanca brillando con los reflejos del lejano sol. Todo. Pero no podía estar con ella. No debía estar con ella.

La llegada de Aisa a Calisto fue algo extraño y fortuito. Lo recordaba como si fuera ayer. Él tenía más o menos siete años cuando llegó una niñita junto con mercaderes. Se dio cuenta inmediatamente que no era familiar de ellos, ya que sus facciones eran finísimas para ser los de una simple niña. Parecía de la nobleza. ¿Abría venido de Carión, talvez?
Nunca lo supo, ya que apenas llegó los mayores les prohibieron a todos los habitantes del pequeño pueblo entablar cualquier relación con la extraña. Sólo la anciana Mía tenía autorización para cuidarla, pero ya hacía cuatro años había desaparecido misteriosamente, lo cual había reforzado la reticencia de los pueblerinos.

Habían pasado quince años de eso y todavía lo embargaba cierta emoción al pensar en ella. Él tenía veintidós años y era ella la única mujer que había conquistado su corazón. Dio un respingo y miró hacia el sendero, por el cual la sirena se perdía rápidamente. Raudo, Vector la comenzó a seguir sigilosamente. Desde que Mía murió él la seguía en sus extrañas excursiones. Eran muy interesantes, la verdad, ya que Aisa se aventuraba a parajes que ningún otro tritón se atrevería a visitar.

Esta vez se dirigía a una extraña cueva que hacía tiempo había descubierto. Miró preocupado hacia la superficie, pero al verla oscura y turbulenta suspiró aliviado. Sabía que los humanos no lo molestarían hoy, ya que usualmente no navegaban con ese clima.

No se percató cuando llegó a la entrada de la espaciosa caverna hasta el momento que escuchó una música cautivadora. Se escondió entre unas algas de gran altura, medio ido a causa de la melodía. De pronto, un estruendo ensordecedor lo sobresaltó. No le inspiró nada bueno, por lo que comenzó a escapar rápidamente hacia cualquier parte, con la única determinación en su mente de alejarse de ese lugar. Tras mucho nadar chocó contra algo, y al darse cuenta de lo que era se le vino el alma al piso. Un hombre (no le cabía duda que era uno de ellos), se encontraba nadando con una lanza extraña y vestido totalmente de negro. Inmediatamente después del impacto, el humano le lanzó su arma, la cual le impactó en el hombro. Debilitado por el reciente susto y ahora por la herida, se desplomó inconsciente. Sintió como un par de fuertes brazos los asían hacia arriba, pero nada más.

-Ganaré millones, John, te lo aseguro.

-Trillones, amigo mío. Esto nunca se ha visto antes. ¡Un sireno vivo!

-Tritón…-pensó amargamente Vector. Pero eso ya no importaba. Era demasiado tarde para él.

·*·

-¿¡Reencarnación!? Ay, no entiendo nada.

-
Tienes todo el tiempo para comprender, querida mía.

-¿De donde vienes? ¿Por qué me elegiste a mí?

-Comenzaré por el principio, por mi historia. Hace miles de años, los dioses vivíamos en la Tierra mortal. Ningún tapujo ni problema enturbiaba nuestras relaciones, hasta que apareció Hôr. Ninguno de nosotros comprendió de donde venía ni qué era lo quería, pero este último cuestionamiento se esclareció rápidamente. Me quería a mí.

-¿Y porqué te quería a ti?

-Por mis poderes.- Ante la cara de estupefacción de la sirena, la perla agregó
- el poder de la vida. Como era de esperar, comenzó una guerra entre los dioses y Hôr. Pero con el pasar del tiempo, mis hermanos y hermanas estaban artos de la batalla y planearon entregarme.
Escapé, abandoné mi cuerpo terrenal y me escondí aquí. Luego de cientos de años mi espíritu comenzó a perturbarse. Necesitaba libertad. Y te creé.

-Pero… en nuestra mitología no existen dioses. Sólo una: Sïaria.

-Obra de Hôr- espetó.- Desmintió nuestra existencia como venganza. Y Sïaria- dijo más dulcemente- es mi nombre, hace milenios que no lo escuchaba pronunciado por una mortal, bueno, semimortal en este caso. Debe de haber mantenido su permanencia para tratar de encontrarme.

-¿Y para qué me has estado buscando todo este tiempo?

-
Para combatir a Hôr. Hace algún tiempo he sentido su actividad en la superficie. Planea algo, pero no te podría decir qué. Ya que tú tienes mis poderes me podrás ayudar a recuperar mi cuerpo y juntas derrotarlo, ya que estos años lo han debilitado mientras que a mi me han fortalecido.

-¿Y dónde se encuentra tu cuerpo? ¡Puedo ir inmediatamente!

-
No puedes ir tan inmediatamente como deseas, pequeña. Mi cuerpo se encuentra en la superficie. Entre los humanos.

-¡¿QUÉ?! ¡N-NO PUEDO IR ALLÍ ARRIBA! ¡SON UNOS SALVAJES!

-No son tan malos como crees. Lo que sucede es que no conocen la existencia de las sirenas ni de los tritones, ni de ninguna criatura para ellos “mitológicas”.

-Que absurdo, la verdad.

-
Puede ser, sí. Pero aún así necesito que subas, cariño.

-¿Me guiarás? ¿Me ayudarás?

-Por supuesto. Mira.- al instante, un pequeño resplandor surgió de una de las piedras de la cueva. Un delicado collar de plata con una única perla se acercaba levitando hacia la sirena. Los pececillos se hicieron a un lado y el collar llegó a la mano que Aisa acababa de extender. La perla cambiaba de color.-
Sólo deberás llevarlo puesto y yo te protegeré. Ahora, pequeña, vuelve a tu hogar. Cuando sea el momento oportuno lo sabrás.

-¿No me puedo quedar aquí, contigo?- La perspectiva de volver a Calisto no la entusiasmaba demasiado.

-No. Sería peligroso para ambas. Tu presencia corpórea podría atraer a alguno de los secuaces de Hôr.

-Está bien. Nos vemos, Sïaria.

-
Adios, Aisa.

Afligida y confundida, la sirena volvió nadando lentamente al pueblo. Habían pasado horas desde el amanecer, por lo que Calisto era un hervidero de vida. Sirenas y tritones de los más variados colores nadaban de allá para acá trabajando, cuchicheando y jugando. Cuando pasaba lo bastante cerca de alguno de ellos recibía miradas de repudio, pero ella las ignoraba olímpicamente. Ya estaba acostumbrada.

Al llegar a su hogar, se recostó en un lecho de algas y comenzó a acariciar la perla del collar.
¿Por qué nunca había sentido la presencia de Sïaria en su interior? ¿Significaba acaso que había algo malo dentro de ella? Así pasaron lentamente las horas hasta que, con un suspiro, calló profundamente dormida.

Lejos, una diosa sonreía para sí. Y aún más lejos, un tritón se debatía entre la vida y la muerte.
Publicadas por Ale a la/s 5:58 p. m.

4 gotitas de lluvia:

María Amélie dijo...

¡AL FIN!
Y espero que esta vez la inspiración te busque más seguido,porque moría por seguir leyendo *O*

Veeeeector x.x!!
Sigue,sigue,quiero saber que pasa!

sáb jun 20, 06:12:00 p. m. CLT
Lilioshka Leliv dijo...

O:

Siento demasiada curiosidad manita ! Agagagagaggg , wuuuuuu, capítulo buenísimo *o* Quiero máaaas! Quiero que Aisa suba a la superficie ! Y quiero saber más de Hôr!

sdsdfdfdkkdgkf :*

dom jun 21, 01:10:00 a. m. CLT
Anónimo dijo...

estuvo genialísimo Ale *-*!, igual a Hòr hay que puro pitiarselo po washa xDDDD, por otro lado...que no le pase nada a Vector D:!
bueno, espero que sigas subiendo capítulos =)

dom jun 28, 10:16:00 p. m. CLT
Elisa dijo...

sdasfsafasfdsdafsad HIPERVENTILO AL MÁXIMO ! Por fa, porfa, por fa Ale no le hagas nada a Vectoooooooooor ! TOT Ñaaaa escribes tan hermoso, morí morí morí *0*

Pd: Te dejo la reubicación de mi blog xD está suuuper cambiado, le quite una "s" xD
http://ikillthereasonmonsters.blogspot.com

Te adoro sirenita *0*

vie jul 10, 03:20:00 p. m. CLT

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